jueves, 1 de febrero de 2018

Crisis de pánico o ansiedad



¿De qué hablamos?
Hablamos de crisis de pánico ante un trastorno caracterizado por episodios repentinos de ansiedad grave, que aparentemente ocurren sin provocación y con preocupación persistente de tener ataques adicionales de 1 mes o más de duración.

Son más frecuentes en las mujeres que en los varones. La edad más común de aparición es desde la adolescencia tardía a la adultez temprana, generalmente menores de 35 años y las sufren en algún momento de su vida entre el 5-6% de la población.

Aparte de la sensación de miedo intenso, que alcanza su máximo en 10 minutos, la persona que sufre una crisis de pánico puede notar dificultad para respirar o sensación de ahogo, palpitaciones, dolor o malestar en el pecho, mareo, sudoración, temblor, entumecimiento y hormigueos, sensación de calor y frío, malestar abdominal o náuseas, miedo a morir o a volverse loco y sensación de pérdida de control.

Los ataques de pánico pueden ocurrir en cualquier momento, de manera repentina e inesperada, incluso durante el sueño. 

Las personas con trastorno de pánico pueden tener una intensa preocupación acerca de cuándo va a ocurrir el siguiente ataque y una tendencia a evitar los lugares donde han ocurrido otros ataques en el pasado. Algunas personas pueden llegar a evitar actividades normales, como ir de compras o conducir. Esto puede condicionar cada vez más su vida.

La causa exacta de este problema se desconoce, pero es probable que sea consecuencia de una combinación de factores: susceptibilidad genética, cambios en los circuitos neuronales o en el metabolismo y estresores psicosociales.

Los antecedentes familiares predisponen a sufrirlo, pero nadie sabe por qué en una misma familia algunas personas lo tienen y otros no.

¿Cómo se trata?
Existen tratamientos eficaces para controlar la aparición de las crisis. El tratamiento temprano es muy importante ya que evita que el trastorno progrese y que las limitaciones aumenten. 
 
Algunos medicamentos (ansiolíticos y antidepresivos) y ciertos tipos de psicoterapia (terapia cognitivo-conductual, sobre todo) ayudan a los patrones de cambio de pensamiento que conducen al miedo y la ansiedad.

A algunas personas les va mejor la terapia cognitivo-conductual, mientras que a otras les benefician más los medicamentos. A veces se combinan. 

Habla con tu médico para que te oriente sobre el tratamiento más apropiado para tu caso.

¿Qué puedes hacer?
Controla tu preocupación. Aunque las crisis de ansiedad producen mucho miedo, piensa que no son peligrosas y tal como vienen se van. Las crisis no duran más de 10-15 minutos. Acepta el miedo y dale tiempo a que pase. No salgas corriendo, relájate o busca una ocupación agradable.

Busca ayuda, habla con tu médico. Él te puede ayudar a diseñar un plan para controlar la ansiedad y te orientará sobre el tratamiento más apropiado para tu caso.

No dejes el tratamiento por tu cuenta. Algunos medicamentos precisan un tiempo para ser efectivos.

Haz ejercicio regular. El ejercicio mejora tu ánimo y tu estima y ayuda a disminuir la ansiedad. A algunas personas les ayuda trabajar en la huerta o en el jardín.

Busca información sobre formas de relajarte. Respiración profunda, yoga u otras. Para controlar tu respiración, si puedes, prueba a hacer esto:
·         Acuéstate en una superficie plana. Relaja tus músculos.
·         Coloca una mano sobre el estómago y la otra en el pecho.
·         Inspira lentamente intentando elevar un poco el estómago y retén la respiración durante un par de segundos.
·         Expira lentamente intentando bajar el estómago.
Puedes acompañarte de una música suave que te guste.

Duerme lo suficiente. El sueño mejora el estado de ánimo y tu bienestar en general.

Evita el alcohol y otras sustancias adictivas. Pueden parecer un remedio a corto plazo, pero sólo consiguen acrecentar tu angustia y empeorar tu situación.

Evita la cafeína (café, té, refrescos de cola y chocolate). Es un estimulante del sistema nervioso y puede empeorar tus síntomas.

Fuente: Fisterra



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