Retrasar las tareas obligatorias para otro
momento tiene implicaciones en la salud mental y física. Descubra qué lleva al
cerebro a dejarse llevar por la postergación
Se resume la procrastinación como el hábito de posponer actividades, sustituyéndolas por otras más placenteras o
irrelevantes. La mayoría de las personas tienden a alargar determinadas
acciones hasta que se acerca la fecha límite. La llamada a esa cita médica, la
redacción de un informe o cualquier otra tarea trabajosa acaban sustituyéndose
por otras pequeñas labores de menor urgencia y más satisfactorias.
Frente a una sociedad marcada por los altos
estándares de productividad, cerca del 20% de los adultos se consideran
procrastinadores crónicos. Sin embargo, no es un concepto de nueva creación. De
hecho, proviene de dos términos: el verbo latino procrastinare, que significa
postergar hasta mañana; y del griego antiguo akrasia: hacer algo en contra de
nuestro mejor juicio.
¿Por qué el cerebro se sabotea?
Detrás de este autoengaño se esconde un déficit
en la gestión de las emociones negativas asociadas a las tareas que se están
aplazando. Sentimientos como la frustración, la inseguridad o la ansiedad
provocan ese rechazo en el cerebro que busca evadirse ante la primera
distracción que se le presente.
Para comprender qué ocasiona que las personas
tiendan a procrastinar es necesario tener en cuenta un factor clave que entra
en juego: en todo momento se es consciente de que se está postergando la
decisión y que tendrá implicaciones en un futuro. Después aparecerán nuevos
sentimientos, como la culpa y la baja autoestima.
“No tiene sentido hacer algo que sabes que tendrá
consecuencias negativas. Es la razón por la que decimos que la procrastinación
es esencialmente irracional”, explica Fuschia Sirois, profesora de Psicología
en la Universidad de Sheffield (Reino Unido), al New York Times.
Ante estas actividades la amígdala se activa y detecta una amenaza frente al bienestar. Pese a que el cerebro es consciente de que postergar será contraproducente, considera que es un problema para el ‘yo futuro’ al que detecta como un ente ajeno. Estudios recientes han descubierto que el origen de procrastinar podría asociarse a unas conexiones cerebrales débiles (http://iisit.org/Vol7/IISITv7p489-494Smith805.pdf) y que es más frecuente en personas con una amígdala de mayor tamaño. Esto provoca que tengan mayores dificultades para hacer frente a las emociones y pospongan aquellas que les provoquen efectos negativos.
Como un círculo vicioso, los pensamientos de
culpa, estrés y ansiedad crecen y provocan que se continúe procrastinando con
mayor frecuencia si cabe. Es lo que se conoce como cogniciones
procrastinadoras. A la larga este hábito crónico afecta no solo a la
productividad, sino también a la salud mental y física provocando efectos de
angustia general, insatisfacción con la vida e incluso puede derivar en
enfermedades cardiovasculares, como ha determinado el Centro de Investigación
sobre el Envejecimiento de Sherbrooke (Cánada).
El placer del ahora
Las excusas para reconfortarse pueden ir desde
‘mañana será otro día’ a convencerse de que era prioritario aquello que habían
adelantado. Para combatir la procrastinación se recomienda dividir la tarea
principal en varias más pequeñas que supongan menos esfuerzo, aprender a
priorizar y establecer horarios y rutinas, tanto a la hora de trabajar como en
la vida social: comer bien, dormir o hacer deporte. Todo está involucrado. Por
supuesto, establecer tiempos para la pausa y la desconexión también evitará que
el cansancio crónico nos lleve a esta situación.
Detectar qué tipo de procrastinador se es también
puede ayudar a saber cómo atajarlo. Puede que evite las consecuencias negativas
de sus acciones, que busque el placer en todo momento o que considere que las
tareas llevan menos tiempo del que en realidad necesita.
Como dijo Joseph Ferrari, profesor de la
Universidad DePaul (Estados Unidos): ”Todos procrastinamos, pero no todos somos
procrastinadores”. En cada uno está la oportunidad de combatir este hábito
empleando nuevas estrategias y corrigiendo los errores.
Fuente: MSD
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