viernes, 25 de marzo de 2022

¿Por qué la sociedad tiende a procrastinar?

 

Retrasar las tareas obligatorias para otro momento tiene implicaciones en la salud mental y física. Descubra qué lleva al cerebro a dejarse llevar por la postergación

Se resume la procrastinación como el hábito de posponer actividades, sustituyéndolas por otras más placenteras o irrelevantes. La mayoría de las personas tienden a alargar determinadas acciones hasta que se acerca la fecha límite. La llamada a esa cita médica, la redacción de un informe o cualquier otra tarea trabajosa acaban sustituyéndose por otras pequeñas labores de menor urgencia y más satisfactorias.

Frente a una sociedad marcada por los altos estándares de productividad, cerca del 20% de los adultos se consideran procrastinadores crónicos. Sin embargo, no es un concepto de nueva creación. De hecho, proviene de dos términos: el verbo latino procrastinare, que significa postergar hasta mañana; y del griego antiguo akrasia: hacer algo en contra de nuestro mejor juicio.

¿Por qué el cerebro se sabotea?

Detrás de este autoengaño se esconde un déficit en la gestión de las emociones negativas asociadas a las tareas que se están aplazando. Sentimientos como la frustración, la inseguridad o la ansiedad provocan ese rechazo en el cerebro que busca evadirse ante la primera distracción que se le presente.

Para comprender qué ocasiona que las personas tiendan a procrastinar es necesario tener en cuenta un factor clave que entra en juego: en todo momento se es consciente de que se está postergando la decisión y que tendrá implicaciones en un futuro. Después aparecerán nuevos sentimientos, como la culpa y la baja autoestima.

“No tiene sentido hacer algo que sabes que tendrá consecuencias negativas. Es la razón por la que decimos que la procrastinación es esencialmente irracional”, explica Fuschia Sirois, profesora de Psicología en la Universidad de Sheffield (Reino Unido), al New York Times.

Ante estas actividades la amígdala se activa y detecta una amenaza frente al bienestar. Pese a que el cerebro es consciente de que postergar será contraproducente, considera que es un problema para el ‘yo futuro’ al que detecta como un ente ajeno. Estudios recientes han descubierto que el origen de procrastinar podría asociarse a unas conexiones cerebrales débiles (http://iisit.org/Vol7/IISITv7p489-494Smith805.pdf) y que es más frecuente en personas con una amígdala de mayor tamaño. Esto provoca que tengan mayores dificultades para hacer frente a las emociones y pospongan aquellas que les provoquen efectos negativos. 

Como un círculo vicioso, los pensamientos de culpa, estrés y ansiedad crecen y provocan que se continúe procrastinando con mayor frecuencia si cabe. Es lo que se conoce como cogniciones procrastinadoras. A la larga este hábito crónico afecta no solo a la productividad, sino también a la salud mental y física provocando efectos de angustia general, insatisfacción con la vida e incluso puede derivar en enfermedades cardiovasculares, como ha determinado el Centro de Investigación sobre el Envejecimiento de Sherbrooke (Cánada).

El placer del ahora

Las excusas para reconfortarse pueden ir desde ‘mañana será otro día’ a convencerse de que era prioritario aquello que habían adelantado. Para combatir la procrastinación se recomienda dividir la tarea principal en varias más pequeñas que supongan menos esfuerzo, aprender a priorizar y establecer horarios y rutinas, tanto a la hora de trabajar como en la vida social: comer bien, dormir o hacer deporte. Todo está involucrado. Por supuesto, establecer tiempos para la pausa y la desconexión también evitará que el cansancio crónico nos lleve a esta situación.

Detectar qué tipo de procrastinador se es también puede ayudar a saber cómo atajarlo. Puede que evite las consecuencias negativas de sus acciones, que busque el placer en todo momento o que considere que las tareas llevan menos tiempo del que en realidad necesita.

Como dijo Joseph Ferrari, profesor de la Universidad DePaul (Estados Unidos): ”Todos procrastinamos, pero no todos somos procrastinadores”. En cada uno está la oportunidad de combatir este hábito empleando nuevas estrategias y corrigiendo los errores.

 

Fuente: MSD


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