Una de las grandes preocupaciones de las personas
ancianas y de su entorno es la pérdida de las facultades cognitivas y la
aparición de una posible demencia.
Por ello, cualquier medida que tenga utilidad
para la prevención del deterioro de las facultades mentales siempre es
bienvenida.
Las medidas que se han mostrado más efectivas
para la prevención del deterioro cognitivo son aquellas que logran controlar
los factores de riesgo cardiovasculares, por su implicación en la aparición de
deterioro cognitivo por accidentes cerebrovasculares o por la aparición de la
demencia vascular.
Así, la evitación de todos aquellos factores que
puedan promover la enfermedad cerebro-vascular o las distintas demencias de
dicho origen será la primera medida a adoptar.
Por ello, se han de evitar y controlar factores
como:
·
el tabaquismo
·
la
hipertensión arterial
·
la diabetes
·
la dislipemia
·
una dieta
saludable (pobre en azúcares refinados y en grasas saturadas, rica en verduras
y pescados)
·
el estrés
·
la práctica de
ejercicio físico
·
el control del
sobrepeso
Sin embargo, existen factores de riesgo no
modificables para el desarrollo del deterioro cognitivo, como son la edad, los
factores genéticos, la historia familiar de demencia y la presencia de síndrome
de Down. Otros factores de influencia más incierta son la raza, la historia
anterior de traumatismos craneales, la historia de síndrome depresivo anterior,
la ingestión de aluminio, la exposición a campos magnéticos, la infección por
virus de herpes simple, la edad avanzada de la madre al nacimiento del
paciente, el hipotiroidismo o la historia familiar de síndrome de Down.
Actualmente no existe evidencia científica
suficiente sobre la efectividad del uso de fármacos como los antiinflamatorios
ni de suplementos vitamínicos o antioxidantes sobre la prevención del deterioro
cognitivo. Así pues, no puede recomendarse en ningún caso su uso como protector
del declive intelectual.
No obstante, sí existe evidencia que las personas
con mayor nivel educativo y capacidad verbal durante la edad adulta presentan
un índice de demencia inferior, lo que podría representar un factor protector
neuronal o bien ser la expresión de una mayor capacidad de reserva neuronal.
Para mantener la memoria es importante mantener
la actividad cerebral. Esto significa interesarse y pensar en el entorno,
adquirir nuevos intereses y evitar la rutina. Es necesario interactuar con
otras personas, saber qué sucede en la vida de familiares y amigos, colaborar
en las tareas de la casa, de la comunidad o de los nietos. Muchas veces es
posible aprender o adquirir nuevas habilidades: seguir un curso, integrarse a
un grupo de teatro, aprender jardinería o repostería.
Con respecto al diagnóstico precoz de demencia,
no existen evidencias para recomendar el estudio sistemático de la demencia en
la población general ni en personas ancianas; sin embargo, distintas sociedades
y expertos recomiendan cribado en mayores de 75 años, mayores de 65 años
institucionalizados y los que tengan dificultades para realizar las actividades
instrumentales de la vida diaria. En su diagnóstico serán útiles los distintos test
psicométricos, así como una valoración emocional y funcional.
Una vez ya se ha diagnosticado el deterioro
cognitivo, aún es posible mantener una actitud de prevención, en varios puntos:
·
Prevención de
la evolución del deterioro: en demencia vascular el control de los factores de
riesgo cardiovascular puede hacer que se estabilice la pérdida de capacidades;
esto es mucho más complicado en la enfermedad de Alzheimer, si bien se cuenta
con fármacos que enlentecen dicha pérdida.
·
Prevención de
accidentes: extravíos, errores de juicio (por ejemplo, en los gastos), dejar el
fuego encendido o los grifos abiertos, etc.
·
Prevención de
complicaciones secundarias: broncoaspiracion o úlceras cutáneas por presión.
·
Prevención del
agotamiento físico y mental de familiares y cuidadores.
Fuente: Mapfre
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