lunes, 12 de junio de 2023

Trastorno específico del lenguaje (TEL)

 

El trastorno específico del lenguaje –TEL– es difícil de definir, de diagnosticar y de tratar.

Hace referencia a los niños con problemas en el lenguaje con habilidades cognitivas normales y sin una causa identificable de esas dificultades. El diagnóstico es pues de exclusión, es decir, descartando otras causas que puedan explicarlo, y abarca un espectro tan amplio de manifestaciones que no ayuda a su comprensión.

Conocerlo es pues muy importante para poder entender las dificultades a las que se enfrenta el niño que lo tiene y atender adecuadamente sus necesidades.

De las muchas características que compartimos todos los seres humanos yo destacaría tres: la capacidad de andar erguidos –bipedismo–, la de formar una pinza oponiendo el pulgar a los otros dedos de la mano y el lenguaje.

Quizá la más compleja de todas sea el lenguaje, una capacidad fascinante de la que aún no comprendemos muy bien ni cómo surge ni cómo funciona, pero sabemos que interviene en el análisis de lo que percibimos, en nuestras emociones y en la elaboración de ideas. Nos ayuda a recordar el pasado y a imaginar el futuro. Es el soporte de nuestro mundo interior, de nuestro «yo» y también la herramienta que nos permite transmitirlo.

Las deficiencias en el lenguaje interfieren en todos estos procesos. Pueden ser debidas a problemas en la comprensión, en la expresión o en ambas y sus causas muy variadas. Digamos que evaluar y definir los problemas del lenguaje es tan complejo como el propio lenguaje y que no hay consenso sobre ello.

Y el trastorno específico del lenguaje no se escapa a esta dificultad.

¿Qué es el TEL?

La respuesta es controvertida, incluso hay controversia sobre si debe usarse o no el término Trastorno Específico del Lenguaje.

El término TEL aparece en la literatura médica anglosajona de los años 80 del siglo XX, en inglés «specific language impairment» (SLI), para describir a los niños que tienen impedimentos en su lenguaje, con habilidades cognitivas normales y sin causa demostrable de la alteración del lenguaje.

Describir las dificultades del lenguaje infantil ha resultado siempre complicado. Para empezar, el estudio del lenguaje se ha abordado desde múltiples disciplinas, entre otras, se ocupan de ello la lingüística, la medicina, la patología del habla y la psicología del desarrollo. Esto propicia la aparición de diferentes modelos y marcos teóricos para explicar cómo surge y se produce el lenguaje humano, y por tanto será también muy variada la forma de explicar sus dificultades.

Las primeras descripciones, de principios del s. XIX, ya hacen referencia a niños con problemas específicos del lenguaje en ausencia de otras alteraciones. Primero se centraron en los niños cuya expresión estaba gravemente limitada y así se hablaba de «afasia congénita» o «afasia infantil», después empiezan a distinguirse las dificultades entre la comprensión y la expresión del lenguaje y se usan términos como «sordera congénita de palabras», «desarrollo del habla retrasado» o «agnesia auditiva verbal congénita». Toda esta terminología inicial es propia de la neurología del adulto.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, las teorías psicolingüísticas y nativistas ofrecen una visión modular del funcionamiento de las estructuras del sistema nervioso central y consideran que la adquisición del lenguaje es un proceso independiente de otros. Así la causa del problema ya no es neurobiológica sino psicolingüística, de manera que los problemas del lenguaje serían debidos a defectos aislados en los «sistemas cerebrales del lenguaje».

Con el uso cada vez más extendido de los test psicométricos podía «medirse» la habilidad lingüística de un individuo comparándola con la esperada para su edad, por eso empiezan usarse términos como «lenguaje desviado», «trastorno del lenguaje», «lenguaje retrasado» y «trastorno del desarrollo del lenguaje», para acabar imponiéndose en los años 80 los términos «déficit de lenguaje específico» y «trastorno específico del lenguaje».

Aunque actualmente hay muchas definiciones del TEL, todas coinciden en que la dificultad del lenguaje se produce en ausencia de otras deficiencias de neurodesarrollo.

En cambio, no hay consenso respecto a los dos aspectos más importantes:

·      a partir de qué nivel de habilidad del lenguaje se considera que hay un déficit

·      y cuanta debe ser la discrepancia entre las habilidades lingüísticas y el resto de habilidades cognitivas para excluir una discapacidad cognitiva.

Por otra parte, los criterios de exclusión para un diagnóstico de TEL se pueden interpretar y, por tanto, usar de manera diferente. Así hay quien defiende que el TEL puede coexistir con otros trastornos como el autismo, el TDAH, la hipoacusia corregida con implantes corleares, e incluso aparecer en situaciones no patológicas como serían el bilingüismo o el uso dialectal del lenguaje.

Toda esta controversia empeora con la desaparición del TEL de las últimas versiones de manuales diagnósticos como el DSM-V, ampliamente usado dentro y fuera de las fronteras estadounidenses.

En mi opinión estas discusiones teóricas, aunque muy importantes, no deben hacernos olvidar que son muchos los niños que padecen dificultades en el neurodesarrollo del lenguaje y que nuestro objetivo debe ser prestarles la ayuda que necesitan para mejorar su lenguaje y con él su capacidad de reflexión y comunicación. Por eso voy a quedarme con una definición operativa que creo que sirve bien para este propósito.

El TEL es un trastorno del neurodesarrollo que afecta exclusivamente al lenguaje. Incluye a todo trastorno de lenguaje que se caracterice por un desarrollo lento y retrasado respecto a su edad cronológica y que no tenga relación con una deficiencia auditiva, motora, cognitiva o de conducta, tampoco con el autismo. Y de una forma práctica podemos distinguir dos tipos:

·      TEL de predominio expresivo: los niños tienen una memoria normal que permite reconocer los fonemas y las palabras comprendiendo su significado; pero se expresan mal, no encuentran la palabra adecuada para lo que tienen que decir y son lentos en la formación de frases.

·      TEL con alteraciones expresivo-receptivas: en este caso tienen dificultades para reconocer los fonemas y las palabras, su memoria fonética es limitada, aunque curiosamente su expresión es algo mejor que la de los niños del primer grupo.

Como en todos los trastornos, no existe un marcador biológico que nos permita identificar a los niños con TEL, es decir, no hay una prueba médica –análisis, pruebas de imagen o neurofisiológicas– que nos corrobore que un niño tiene un TEL.

Diagnóstico

Sin marcadores biológicos ni consenso claro sobre qué es el TEL, su diagnóstico resulta aún más difícil que su definición.

El desarrollo del lenguaje tiene unos márgenes de «normalidad» muy amplios, tanto cuantitativos –cuánto tiene que comprender y expresar el niño a una edad determinada– como cualitativos –cómo tiene que hablar a esa edad– y también entre distintos niños –variabilidad interindividual– y para un mismo niño en distintos momentos –variabilidad intraindividual–.

Además el propio dinamismo del neurodesarrollo hace que no podamos asegurar un diagnóstico hasta una edad determina, ya que durante el proceso de adquisición del lenguaje podría alcanzar la normalidad. Tampoco los retrasos ni alteraciones del lenguaje son signos exclusivos del TEL, pueden serlo de otros problemas distintos. Por eso es arriesgado diagnosticar un TEL antes de los 5 años de edad, aunque podamos sospecharlo desde mucho antes.

Por otra parte, interesa detectar cuanto antes los problemas del neurodesarrollo ya que sabemos que a mayor precocidad de tratamiento, mejor pronóstico. Diversos estudios poblacionales apoyan la idea de que el nivel de desarrollo de lenguaje alcanzado a los 5 años de edad permite pronosticar las habilidades lingüísticas en la edad adulta. Así que ante cualquier retraso o anomalía del desarrollo del lenguaje debemos intervenir cuanto antes aún sin poder establecer un diagnóstico concreto.

Siendo prácticos, podemos sospechar el diagnóstico de TEL cuando nos encontremos con:

  • Un lenguaje impropio para la edad del niño de forma repetida a distintas edades: vocabulario escaso, dificultades para formar y ordenar los elementos de la frase, ausencia de elementos de nexo, dificultad para usar frases subordinadas…
  • Una discrepancia cognitiva: a pesar de sus dificultades con el lenguaje, el niño se muestra hábil en la resolución de problemas espaciales, geométricos, figurativos y simbólicos.
  • La ausencia de una causa que explique las dificultades del lenguaje: sordera, falta de estimulaciónmalformaciones cerebrales

Podemos decir que existe un trastorno del lenguaje cuando el nivel de habilidades lingüísticas afecta a la capacidad del niño para cumplir con las expectativas sociales y educativas que se esperan a su edad.

Tratamiento del TEL

No importa si la definición o el diagnóstico son controvertidos, puesto que aquí se trata de una dificultad en el desarrollo del lenguaje.

El tratamiento no debe demorarse ni esperar a confirmar el diagnóstico y será siempre logopedia.

Como en cualquier otro trastorno del lenguaje, el logopeda diseña un plan terapéutico individual.

Primero traza el perfil lingüístico que presenta el niño y su nivel de comunicación para enfocar el tratamiento en las deficiencias específicas que presente en cuanto a la comprensión y sus habilidades fonéticas, semánticas, morfosintácticas o pragmáticas. Así por ejemplo, le enseña las estructuras gramaticales, aumenta la diversidad de su vocabulario y trabaja para alargar las conversaciones.

Además analiza su entorno y procura que haya un ambiente favorable al desarrollo del lenguaje, aconsejando pautas de comunicación en el entorno familiar y escolar.

Las técnicas de aprendizaje del lenguaje son muy variadas, incluyen trabajar la comprensión mediante ejemplos e imitaciones y la repetición de estructuras gramaticales que después se deben practicar en el entorno natural del niño. Por eso, trabajar con lo más pequeños incluye enseñar también a los miembros de la familia a estimular el desarrollo del lenguaje, dando así continuidad en el hogar a las estrategias utilizadas en la terapia. Al seguir las mismas consignas en terapia y en casa, el niño avanza más y se evitan confusiones.

Por la misma razón cuando el niño ya va al colegio es importante que también los maestros se involucren y faciliten las habilidades lingüísticas necesarias para un buen rendimiento académico. Por ejemplo, el logopeda puede trabajar en colaboración con el maestro para enseñarle al niño el vocabulario nuevo que estudiará en los próximos temas. Si lo que hay son deficiencias de habilidades pragmáticas, se pueden enseñar las habilidades de comunicación social mediante la interacción entre compañeros.

El resultado de la terapia es muy variable. Cuánto más leve es el trastorno, mayor será la probabilidad de mejorar. Y aunque no se sabe con certeza qué estrategias terapéuticas son las más efectivas, sí se sabe que los niños que no reciben tratamiento tienen peor pronóstico.

 

Fuente: Neuronas en Crecimiento


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