Navidad es la
época por excelencia de los regalos y para los niños de los juguetes. Elegir
bien estos últimos y estar atentos a su correcto uso debería ser una
preocupación general de los padres ya que algunos de ellos tienen unos niveles
de sonido que pueden ocasionar daños irreversibles en el sistema auditivo de
los pequeños.
Los padres,
probablemente se acostumbran al nivel de ruido de los juguetes favoritos de sus
hijos, pero muchos de estos sonidos altos pueden dañar la audición de un niño
si no se usan correctamente.
Para el gremio
médico, un juguete se ubica en un nivel seguro de sonido cuando el nivel
volumen no sobrepasa los 85 decibelios a una distancia de 25 centímetros del
oído.
La mayoría,
sino todos, de los juguetes cumplen con las reglas de seguridad. No obstante,
el problema es que los niños no siempre utilizan los juguetes de manera
correcta.
En pruebas realizadas se ha encontrado en algunos casos que el nivel máximo de volumen
alcanzó picos de 125 decibelios, mayor que el que causa un jet de reacción
durante su despegue cuando se escucha a una distancia prudente.
La mayor
preocupación es que los daños que causan los juguetes en el nivel auditivo en
los niños no son fácilmente detectados para los padres, y algunas lesiones son
irreversibles.
El mayor
problema con los juguetes la tienen los niños pequeños que están en la edad de
experimentar con todos los sentidos, todo se lo llevan a la boca, quieren
escuchar de cerca.
Se sugiere a
los padres pruebas como mantener el juguete tan cerca cómo se pueda del oído a
su nivel máximo para constatar si es demasiado fuerte, o colocar el juguete a
la distancia del largo del brazo del hijo, o si es que hay que gritar sobre el
sonido del juguete para que el hijo escuche.
El impacto de los ruidos de los juguetes en
los niños
El daño
auditivo provocado a consecuencia de la exposición a altos niveles de ruidos de
los juguetes, conlleva el retraso en el desarrollo del habla y de la
comunicación y, en casos extremos, a su impedimento. Esto tiene un impacto
profundo en su desempeño social y escolar. Los efectos llegan a observarse
incluso años después con disminución en la capacidad de comprensión de lectura,
memoria o atención.
Exponer a un
menor por más de 15 minutos a sonidos que generen 85 decibeles, equivalentes a
escuchar tráfico intenso desde el interior de un vehículo, puede afectar la
audición de todas las personas, pero especialmente de los niños.
Perder la
audición priva al niño de una experiencia social y personal, lo coloca en
desventaja ante el sistema social en que la comunicación verbal y auditiva
ocupa un lugar predominante. Por tanto, si no escucha, en algunos casos, se
aísla y la comunicación con otros puede no llegar a darse nunca.
Una de las
causas que ha afectado la audición en menores es el uso de aparatos
electrónicos con un volumen muy alto. Muchos de ellos disfrutan diariamente de
audífonos, videojuegos o programas de televisión a un volumen elevado, y eso
disminuye lentamente la capacidad auditiva.
Exponerse a
altos niveles de ruido por tiempo prolongado o de manera constante puede dañar
el tímpano, aumentar el estrés, incrementar la presión arterial, cambiar la
tensión muscular y movilidad intestinal, además de generar dolores de cabeza y
alteraciones del sueño.
Además hay
consecuencias psicológicas y emocionales como irritabilidad, aislamiento,
disminución en la tolerancia y aumento en la respuesta violenta al estrés. Si
existe duda respecto a los niveles de sonido ambiental, lo ideal sería utilizar
un aparato llamado decibelímetro. Algunas aplicaciones para teléfonos móviles
brindan este servicio. Pero si no se cuenta con el medidor, hay que analizar
cómo siente el adulto el nivel de ruido. Si es molesto o doloroso, también lo
será para un niño.
Por último, prestar
atención a los síntomas que podrían revelar problemas de audición en los pequeños:
Si no se sobresalta con ruidos fuertes al mes de edad, no voltea buscando la
fuente de algún sonido, no se da cuenta de que una persona está cerca hasta que
le ve, hay que buscar ayuda.
En niños
mayores, el retraso en el desarrollo del habla, no decir palabras por lo menos
al año, no responder cuando se les habla o pedir que les repitan cosas o subir
demasiado el volumen en aparatos electrónicos son señales de alerta y hay que
llevarlos a revisión.
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