El botellón es
un tipo de consumo intensivo de riesgo, que se realiza en un corto período de
tiempo.
Es una forma
de consumo que actualmente está muy extendida entre los jóvenes y que, además,
suele ser percibida, tanto por los que consumen como por la sociedad general,
como una conducta de bajo riesgo.
Cuando
hablamos de jóvenes y consumo de alcohol, lo solemos asociar a la palabra
“botellón”. El botellón es un fenómeno social que no deja de ser una forma en
que muchos adolescentes y jóvenes se reúnen los fines de semana para
divertirse, poder hablar con los amigos y poder consumir más alcohol y a menor precio.
¿Es eso malo?
Visto así no,
pero detrás de esa reunión es bastante frecuente un consumo intensivo de
alcohol. Los jóvenes que acuden al botellón tienden más frecuentemente a
emborracharse, posiblemente por el estímulo al consumo ritual que fomenta el
grupo de iguales y el grupo extenso. Por tanto, el problema no es ese tipo de
reuniones en sí, puesto que hay jóvenes que no beben, beben poco o simplemente
lo mismo que consumirían en cualquier discoteca o bar; el problema radica en
que este consumo es una forma muy aceptada de diversión, que puede traer
consecuencias muy graves para la salud.
Vivimos en una
sociedad en la que el consumo de alcohol está estrechamente ligado a la
diversión y las reuniones en grupo. ¿Te has parado a pensar alguna vez en la
cantidad de alcohol que bebes de fiesta y en cómo te puede afectar?
Consecuencias del “botellón”
Hay un motivo
muy sencillo que explica por qué el consumo de alcohol en menores está
prohibido: el organismo antes de los 18 años todavía no se ha desarrollado por
completo y los efectos del alcohol son muy dañinos. Por eso la ley protege a
los menores de edad prohibiendo su venta y consumo.
El alcohol
daña el cuerpo y el cerebro a corto y largo plazo. Además de enfermedades en
órganos vitales, produce problemas de memoria, de atención, de coordinación… y
diversas consecuencias a corto plazo provocadas por la pérdida de control.
También tiene un papel importante en las lesiones por accidentes de tráfico y
violencia, así como en la transmisión de enfermedades sexuales o los embarazos
no deseados consecuencia de la práctica de relaciones sexuales de riesgo.
La última
palabra ante el consumo de alcohol la tienes tú y para tomar esa decisión es
importante que seas consciente de las consecuencias que tiene. Puede ser
complicado darse cuenta de cómo nos “cambia” el alcohol o quizás creas que a ti
no te va a pasar eso.
Te ayudará
plantearte si alguna vez has dicho algo después de beber de lo que te hayas
arrepentido, o te haya hecho sentir mal al día siguiente, si no has rendido en
el deporte o los estudios como se esperaba, si has tenido comportamientos
agresivos, broncas con amigos o con tu familia, si te has caído o has hecho
algo peligroso, si no recuerdas cómo has vuelto a casa o te has “liado” con
alguien por un impulso o sin tomar precauciones.
Estas son sólo
algunas de las consecuencias que tiene un consumo intensivo de alcohol, pero
también hay otras más graves como enfermedades físicas y psicológicas,
accidentes de tráfico, problemas con la ley y sus consecuencias, embarazos,
transmisión de enfermedades al mantener relaciones sexuales de riesgo… y en
pocos años, puede generar incluso una dependencia, aunque esta consecuencia a
una edad temprana, parezca muy lejana.
Antes de
una noche de fiesta o de “coger un puntito” deberíamos plantearnos nuestra
relación con el alcohol y en cómo nos afecta, para que no sea demasiado tarde
cuando nos demos cuenta.
Otra forma de ver el botellón
¿Crees que
haces un consumo intensivo de alcohol? ¿Eres consciente pero no le das
importancia?
Darle la
vuelta a las posibles razones o justificaciones que das al consumo de alcohol
pueden ayudarte a verlo desde otro punto de vista:
·
Todos beben, es “normal”: beber grandes cantidades de alcohol en poco
tiempo no es “normal”. En realidad, ni todas las personas beben alcohol ni lo
hacen de manera intensiva. Cada uno es libre de tomar sus propias decisiones y
salir fiesta o divertirse no debería depender de beber o no alcohol. Que sea lo
habitual no significa que sea necesario ni bueno.
·
Bebo lo mismo que el resto: resguardarse en el “todos lo hacen” no demuestra
madurez ni personalidad. Párate a pensar en cuánto bebe el resto, si bebes
tanto como los que acaban vomitando o teniendo resaca, o lo mismo que los que
se meten en peleas o han tenido accidentes de tráfico. Deberías plantearte qué
consumo quieres hacer tú.
·
Si quiero beber, no le importa a
nadie: el consumo de
alcohol daña el organismo y el cerebro, eso debería importarte a ti y a cada
persona que beba. Suena ridículo pensar que podría darte igual tener problemas
de memoria o alguna enfermedad grave por beber. Además, la gente que te rodea
puede sufrir las consecuencias de tu consumo (peleas, accidentes, discusiones…)
e incluso pueden llegar a rechazarte si llegas a ser un punto continuo de
conflicto.
·
A mí no me afecta: está comprobado que beber alcohol tiene
consecuencias en nuestra salud física y mental. Si puedes sentir los efectos
del alcohol en tu cuerpo con los mareos o las resacas, no es difícil imaginarse
que también tiene otras consecuencias que no se ven a simple vista.
·
Sólo bebo cuando salgo de fiesta: consumir alcohol puede hacernos experimentar
sensaciones diferentes, pero nosotros no las manejamos. En el consumo de
alcohol no hay que tener en cuenta cuándo bebo, sino cuánto bebo. Párate a
reflexionar: ¿si salieses todos los días de fiesta te emborracharías a diario?
·
Solo bebo hasta tener un
“puntito”: ni mayores ni
jóvenes pueden controlar ni predecir cómo les va a sentar el alcohol. Nadie
bebe con la intención de hacer el ridículo o meterse en problemas, pero en el
momento en que bebes pierdes el control de ti mismo. Si ese “puntito” puede
tener consecuencias en tu comportamiento y salud, ¿merece la pena? Piensa en si
realmente eres capaz de divertirte bebiendo menos o sin beber alcohol y cuál es
la diferencia que te aporta, más allá de que sea lo “normal”.
·
Yo controlo: muchas personas piensan que no tienen problemas
con el alcohol, pero sin embargo beben por costumbre y sólo paran cuando ya han
bebido demasiado. Además, una vez has bebido, el alcohol “te transforma”
haciéndote creer que eres invencible y puedes asumir riesgos que de otra forma
no harías. Plantéate si serías capaz de beber sólo una copa y luego parar, si
podrías estar un mes entero sin beber o si alguna vez has cogido el coche
después de beber o te has subido con alguien borracho.
Fuente: Ministerio de Sanidad,
Servicios Sociales e Igualdad
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