El consumo de
hierbas medicinales para el tratamiento de procesos menores ha aumentado
considerablemente en nuestro entorno en los últimos años, hasta el punto de
representar, de forma aproximada, uno de cada cuatro medicamentos que se
obtienen sin receta médica. Por otra parte, su uso es frecuente en combinación
con medicamentos propiamente dichos prescritos por los médicos.
La creencia de
que las hierbas medicinales son seguras porque son naturales y se han empleado
desde antiguo y el que se puedan adquirir en farmacias sin receta médica, en
tiendas naturistas, herboristerías e incluso en grandes almacenes, hace que se
acepten estos productos con unas expectativas beneficiosas, aumentadas en
ocasiones por la publicidad, pero ignorando el riesgo para la salud que su
consumo puede conllevar.
¿Qué hierbas medicinales son las más
usadas?
Sin ánimo de
ser exhaustivos, las especies vegetales medicinales más frecuentemente
consumidas en nuestro medio, casi siempre como automedicación o por iniciativa
propia, y exentas de registro son: la manzanilla, el té, la hierbabuena, el
regaliz, la salvia, el sen, la tila, el anís verde, el poleo, el boldo, el
romero y el laurel.
Otras, con un
consumo inferior, serían: la valeriana, el ginseng, la cáscara sagrada, el
passiflorine, el manasul, etc.
¿Qué efectos se buscan al consumir estas
hierbas?
Los efectos terapéuticos
buscados pueden ser laxantes o facilitadores de las deposiciones,
hipnóticos o inductores del sueño, diuréticos o que ayudan a orinar,
antidepresivos o incluso remedios mágicos para dejar de roncar, para
tratar distintas infecciones a modo de antibióticos, etc. El peligro puede
surgir cuando, a menudo, sustituyen a diagnósticos y tratamientos médicos
apropiados.
¿Son eficaces y seguras las plantas
medicinales?
Es importante
destacar que, a menudo, las hierbas medicinales y los medicamentos comparten
principios activos. Muchas personas prefieren el uso de estos productos
“naturales” en lugar del medicamento porque piensan que son inocuos en lo
referente a los efectos secundarios y ofrecen ventajas respecto del fármaco.
Sin embargo, en los últimos años se han puesto de manifiesto algunas reacciones
adversas, incluso graves, en pacientes que tomaban alguna de estas plantas
medicinales sin control sanitario: intoxicaciones, contaminación por
microorganismos patógenos, metales pesados o pesticidas, efectos adversos por
componentes no declarados, reacciones alérgicas, etc.
Las hierbas medicinales y los medicamentos
¿pueden interaccionar?
Se han
descrito múltiples interacciones entre las plantas medicinales y los
medicamentos, algunas de ellas verdaderamente graves, por lo que es adecuado
recomendar tanto a los pacientes como a los médicos una actitud vigilante,
especialmente cuando los pacientes son tratados con medicamentos con potencial
para provocar interacciones clínicas relevantes (anticoagulantes o medicamentos
que retrasan la coagulación de la sangre, antiepilépticos o medicamentos usados
para la epilepsia o convulsiones, antirretrovirales o fármacos usados en el
SIDA, inmunosupresores o medicamentos que disminuyen las defensas del
organismo, etc.).
Existen interacciones potenciales que se basan en el conocimiento que tenemos de cómo se comporta el medicamento en el organismo. Por ejemplo, todas las plantas que tienen un efecto laxante podrían disminuir la absorción de determinados medicamentos como el calcio, el hierro, el litio, la digoxina o fármaco usado para estimular el corazón, o los anticoagulantes orales.
¿Cómo se pueden evitar estas interacciones?
Algunos
estudios han puesto de manifiesto que uno de cada cinco pacientes en
tratamiento con medicamentos consumía hierbas medicinales por automedicación.
Su elevado uso sugiere que la mayoría de las veces el médico de familia de
estas personas desconoce su consumo y, ante la aparición de un efecto adverso,
éste puede pasar desapercibido.
Por esta razón, es necesario que las personas que consumen alguna de estas hierbas medicinales tomen conciencia de que se trata de sustancias con posibles efectos perjudiciales sobre la salud, especialmente cuando se consumen concomitantemente con medicamentos, y comuniquen a sus médicos su uso. De la misma forma, éstos deberían registrar esos consumos en su historia clínica y tanto la administración sanitaria como los propios médicos deberían informar a los ciudadanos de los riesgos para la salud y las contraindicaciones de estos productos.
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