Hablar alto y claro de nuestros miedos,
angustias, debilidades o sentimientos con las personas que más queremos,
compartir y escuchar abiertamente y activamente, pedir ayuda cuando la
necesitamos… Son gestos sencillos de nuestro día a día a los que en muchas
ocasiones no prestamos la atención que merecen. Pero debemos hacerlo. En este
artículo, UNICEF hace un llamamiento para cuidar la salud mental de la infancia
y adolescencia y romper el silencio que existe en torno a una realidad que se
ha visibilizado y aumentado tras la crisis de la Covid-19.
Salud mental, infancia y adolescentes
La salud mental es la asignatura pendiente de
toda la sociedad. Así lo corrobora el informe de UNICEF (‘Estado Mundial de la
Infancia 2021. En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la
infancia‘) con datos que reflejan un panorama gris en cuanto a salud mental:
más de uno de cada siete adolescentes de 10 a 19 años en todo el mundo tiene un
problema de salud mental diagnosticado y cada año casi 46.000 adolescentes se
suicidan, siendo esta una de las cinco principales causas de muerte para este
grupo de edad.
Todavía está muy presente el estigma asociado a
los problemas de salud mental, si bien se observa que los propios niños, niñas
y adolescentes están empezando a hablar cada vez más abiertamente de cómo se
sienten y de sus necesidades. La salud mental forma una parte integral de la salud física; no podemos considerarla de otra manera. Tanto
en los países ricos como en los pobres, no se han hecho los esfuerzos
suficientes para comprender esta cuestión e invertir en ella, a pesar de que
desempeña un papel fundamental para el potencial de todos los niños y niñas.
Para construir sociedades sanas, para que
equiparemos los trastornos asociados a la salud mental, como el trastorno por
déficit de atención e hiperactividad (TDAH), la ansiedad, el autismo, el
trastorno bipolar, el trastorno de la conducta, la depresión, los trastornos
alimentarios, la discapacidad intelectual o la esquizofrenia, a la salud física
como los esguinces o los dolores de espalda, para que normalicemos el tabú
existente, es fundamental:
·
Apoyar la
salud mental de los padres, madres y personas cuidadoras.
·
Garantizar que
las escuelas protejan la salud mental mediante servicios de
calidad y relaciones positivas, reforzando su rol.
·
Romper el silencio que
rodea a los problemas de salud mental, afrontando el estigma, promoviendo una
mejor comprensión de la salud mental y tomando en serio las experiencias de los
niños, las niñas y los jóvenes.
El bienestar
emocional se logra cuidando nuestra mente y también nuestro cuerpo. Escuchando lo que hay en nuestra mente y en la mente de los
niños, niñas y adolescentes que nos rodean. La próxima vez que te pregunten
¿qué tal estás?, deja el piloto automático en casa y habla de lo que hay en tu
mente. La próxima vez que preguntes a alguien ¿qué tal estás?, escúchale, pero
escúchale bien. Hay personas que nos están lanzando un SOS y no les estamos
escuchando. Porque hablar de lo que hay en nuestra mente nos hace más fuertes.
Salud mental de niños y adolescentes en la
era post Covid-19
Los efectos de la covid-19 sobre la salud mental
y el bienestar emocional de los niños, niñas y jóvenes podrían prolongarse
durante muchos años. Incluso antes de esta enfermedad, la infancia y la juventud ya
sufrían problemas de salud mental sin que se hicieran las inversiones
necesarias para solucionarlos. Los últimos 18 meses han sido muy largos, especialmente para los niños
y niñas; han estado, y siguen estando, expuestos a situaciones estresantes,
traumáticas y dolorosas; además de los confinamientos, las distancias sociales,
el distanciamiento físico con familiares y seres queridos, la incertidumbre
vivida, la pérdida de familiares…
La crisis
provocada por la covid-19 hace más urgente si cabe que se garanticen medidas de prevención y tratamiento y así se
fortalezca el sistema de salud mental y de apoyo psicosocial. La salud mental
debe ser un eje transversal en las políticas de respuesta y recuperación de
esta crisis. Ahora más que nunca todos los agentes de la sociedad debemos
darnos cuenta de la importante relación que existe entre la salud mental y sus
consecuencias a medio y largo plazo.
Según una encuesta internacional realizada por
UNICEF y Gallup, en España el 58,3 % de los y las jóvenes de entre 15 y 24 años
reconocen sentirse preocupados, nerviosos o ansiosos “a menudo” y el 36,1 % “a
veces”. Además, el 11,5 % asegura que están deprimidos o tienen poco interés en
hacer cosas “a menudo” y el 68,2 % “a veces”. Al menos uno de cada siete niños
y niñas se ha visto directamente afectado por los confinamientos en todo el
mundo y más de 1.600 millones de niños y niñas han sufrido alguna pérdida en su
educación. La pandemia ha sido la punta del iceberg, el clic que ha visibilizado y
ampliado estos problemas.
Fuente: Unicef