El acoso en la escuela puede pasar
desapercibido para los adultos, y de esta manera prolongar el sufrimiento del
niño.
Cuando alguien
es perseguido, importunado y molestado de forma repetida se habla de acoso,
un tipo de maltrato cada vez más frecuente y grave.
No es un hecho
nuevo en nuestra sociedad. Los niños y jóvenes pueden sufrirlo y, de hecho, es
especialmente grave cuando ocurre entre pares o iguales en edad, en sus lugares
de convivencia como el medio escolar, los lugares de ocio y deporte o el
vecindario. En inglés se conoce como bullying.
El acoso
vulnera los derechos de la infancia, afecta al bienestar y desatiende de un
modo extremo las necesidades de los niños. Es un error pensar que es “algo
normal y que puede enseñar a saber defenderse” o que “son cosas de niños”.
La víctima
nunca es responsable del acoso aunque haya niños más vulnerables. Tanto el
acosado como los acosadores son víctimas del problema y requieren atención
psicosocial. Si no se actúa
a tiempo puede tener consecuencias tan graves y cercanas como las conductas
suicidas e, incluso, el suicidio. En el lugar donde se está produciendo el
acoso, el niño tiende a disminuir su participación, va aislándose y acaba
afectando a la salud física, emocional y social del niño, de la familia y del
grupo.
¿Qué es el acoso-maltrato entre iguales?
El niño acosado puede sufrir maltrato de tipo
físico, emocional o abuso sexual. Puede ser directo o indirecto por
manipulación del grupo de pares, personal o realizarse por medio de las redes
sociales o los teléfonos móviles, lo que es conocido como ciberacoso.
Puede haber varias formas:
·
Agresiones o
vejaciones físicas (golpes, peleas, destrozo de material escolar, hurtos).
·
Agresiones
verbales (insultos, motes, rumores sobre el niño o sus amigos y familiares).
·
Intimidaciones
psicológicas (amenazas para provocar miedo o que haga algo que no quiere o no
debe hacer).
·
Aislamiento
social (exclusión activa de las actividades grupales o ignorando su presencia).
·
Acoso de tipo
racista o por pertenencia a un grupo social o familiar.
·
Acoso sexual
directo o a través de las redes sociales.
¿Cuándo debe sospechar que un niño sufre
acoso?
·
Si el niño
dice que está siendo acosado, hay que creerle y centrarse en el malestar del
niño aunque parezca que puede estar influido por la difusión social del acoso.
·
Si presenta
heridas o hematomas en cara o abdomen no explicables por sus actividades habituales.
·
Si una chica
tiene cambios inesperados en el ciclo menstrual.
·
Si se observan
cambios repentinos en el estado de ánimo, como tristeza o ansiedad.
Alteraciones de las pautas habituales de comportamiento, trastornos de la
conducta alimentaria, alteraciones del sueño, dolor abdominal y dolores de
cabeza sin causa aparente, miedos o rechazo a participar en actividades con
otros niños (escuela, lugares de juego o deporte) y aislamiento progresivo de
los compañeros.
¿Cómo actuar?
·
Lo primero
hablar con el niño y trasmitirle que lo que importa a los padres es su
bienestar.
·
Hablar con el
niño de la necesidad de acudir al pediatra o al médico de familia.
·
Olvidar las
“culpabilidades”.
·
Hablar con los
responsables de la institución dónde haya ocurrido para informarles de lo que
el niño describe.
·
Revisar los
correos electrónicos y cuentas de redes sociales que pudiera tener el niño.
·
La decisión de
cambiarle de colegio no suele mejorar las cosas. Hay que tener en cuenta que la
víctima nunca es culpable.
Fuente: AEP
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