Hasta que no
te hayas lavado los dientes no vas a jugar con tu hermano. ¿Te suena de algo?
Seguro que sí.
Los hábitos se
adquieren por imitación y por repetición de una misma acción durante un periodo
de tiempo. Y sí, tu madre, desde bien pequeñito, no hacía otra cosa que
repetirte que…
1. ¡Lávate los dientes!
Y es que una buena higiene bucal desde la
infancia evita caries, enfermedades en las encías y dolores en general. Por
ello, tu madre insistía tanto en que desde niño el cepillado de dientes fuera una rutina cotidiana al
levantarte, acostarte y después de cada comida. Porque si no se aprende bien desde el
principio, ¡luego resulta difícil de corregir!
2. ¡Échate crema!
Quizá tu madre no conociera que la piel de los
niños no cuenta con una producción correcta de melanina, ni con la capacidad
óptima para disipar el calor mediante las glándulas sudoríparas, pero sí sabía
que, a diferencia de la de los adultos, es una piel inmadura que por sí misma
no se protege adecuadamente frente al sol. Gracias a su insistencia evitaste una
exposición
inadecuada al sol que, además de haberte provocado quemaduras solares e
insolación, habría multiplicado tu riesgo de padecer cáncer de piel en la edad
adulta.
3. ¡Come despacio!
Querías comer rápido porque sabías que al
terminar te esperaban la televisión o los juegos. Y, sin embargo, tu madre te
insistía en que masticaras bien. ¿Por qué? Porque además de evitar el riesgo de
atragantarte, te proporcionaba ventajas como desarrollar tu mandíbula,
fortalecer tus encías o mantener tus dientes sanos. Y es que lograr que los niños coman despacio y que
mastiquen mucho cada bocado es la mejor manera adquirir el hábito para toda la
vida y evitar así las digestiones pesadas.
4. ¡Ponte recto!
Seguro que has perdido la cuenta de la cantidad
de veces que tu madre te dijo que corrigieras tu postura… Lo hacía por tu bien,
ya que el dolor de espalda es uno de los malestares más extendidos y más
sencillos de prevenir: adquirir una correcta higiene postural desde pequeños (junto con potenciar la musculatura abdominal y dorsolumbar con
natación o en el gimnasio) es una de las mejores formas de evitar enfermedades
de la columna en la edad adulta.
5. ¡Baja la música!
Te habrá dicho más de una vez que te quedarías
sordo si seguías escuchando música a ese volumen. ¿Escéptico? Atento: cada vez son más los jóvenes con
problemas de audición derivados del mal uso de dispositivos electrónicos como Ipods, MP3 etc… Y es que los altos
decibelios pueden causar lesiones en el oído interno que, de forma
irreversible, pueden provocar problemas de audición mayores y más intensos a
edades cada vez más tempranas.
6. ¡No te pegues a la tele!
Aunque no produzca ceguera como te amenazaba tu
madre, usar pantallas demasiado cerca de manera prolongada sí hace que tus ojos
se resequen y, especialmente en los niños, puede generar estrés visual e
incluso vista cansada y miopía. El mejor consejo para evitarlo es acostumbrarse desde la infancia a
intentar mantener la pantalla al menos a 50 cm de distancia y, sobre todo,
apagarlas tras un máximo de 2 horas.
Así que ya sabes, haz caso a tu madre y ¡sal a la
calle! Ganarás en salud ocular.
7. ¡Lávate las manos!
Las manos son una de las principales vías de
entrada de las infecciones al resto del cuerpo, ya que entran en contacto con
la nariz, los ojos y/o la boca, y tu madre lo sabía. Por eso insistía para que adquirieras desde la infancia el
hábito de este pequeño gesto que dura unos 20 segundos y que es fundamental
para prevenir la trasmisión de muchas infecciones, especialmente tras ir al baño y antes de tocar
la comida.
8. ¡Cómete la fruta!
Puede que estuviera equivocada con lo de beberse
el zumo rápido porque se le iban las vitaminas, pero tu madre sí tenía razón al
insistirte en que te acabaras la verdura y la fruta. Y es que ambas son fundamentales en la dieta
por varios motivos: son fuente de fibra y antioxidantes, casi no contienen
grasa, ayudan a mantener una correcta hidratación y son fuente casi exclusiva
de algunos nutrientes como la vitamina C.
9. ¡A la cama!
Ella lo sabía: dormir bien es salud. Sabía
que una buena calidad del sueño te permitiría, entre otras cosas, mantener
adecuadamente tu capacidad de concentración, controlar tu humor y tus impulsos.
Ya lo sabes: si duermes poco o mal, aumenta tu
riesgo de padecer algunas enfermedades y disminuye tu calidad de vida.
10. ¡Estudia!
Está confirmado: las personas más activas
cerebralmente están más protegidas contra el deterioro cognitivo, lo que se
traduce en bienestar y prevención de enfermedades como el alzhéimer o la
demencia. Así, la insistencia de tu madre tiene recompensa: haberte acostumbrado a leer a
diario desde pequeño es uno de los ejercicios intelectuales que más te
protegerá del deterioro cognitivo.
Fuente: Quirón